Realidad virtual para potenciar voces indígenas
Hace dos años venimos trabajando en un proyecto que nos llena de emoción y alegría permanentemente. Nos metió en un mundo hasta ese entonces desconocido y nos llevó de la Sierra Tarahumara a Oxford, siempre de la mano de las comunidades Rarámuri. Se trata de GAWI, una película de realidad virtual co-creada con la iniciativa comunitaria Experiencias Rarámuri y un grupo muy lindo de organizaciones y profesionales independientes.
La invitación llegó de Myriam Hernández (co-directora y productora) y apenas nos comentó sus ideas dijimos “sí claro”. La narrativa ética, la descolonización del storytelling y la democratización de tecnologías siempre fueron variables importantes en nuestro trabajo. Lo nuevo era la producción audiovisual y la realidad virtual, pero siempre estuvo claro que eso era solo un medio, un puente, para generar debates y procesos emancipatorios más importantes que la tecnología utilizada.
GAWI creció con sus retos y desafíos. No fue fácil descentralizar todo el proceso de producción y dejar que fueran las propias comunidades, con sus tiempos y los conocimientos que les estábamos compartiendo en ese momento, quienes co-dirigieran su película. Pero la satisfacción es doble al contar con la certeza de que realmente son los dueños de la historia quiénes están decidiendo cómo contarla. Algo que pocas veces sucede si hablamos de pueblos indígenas.
Pero el mensaje de GAWI no se queda solo en la película. La idea es que se complemente con charlas y foros que cuenten con la auto-representación de lxs protagonistas. El mes pasado acompañamos a Oxford (Atlantic Institute) a Lorenzo Moreno e Isabel Monarca (líderes Rarámuri y co-directores), y fue increíble confirmar con el cuerpo que estábamos cumpliendo lo soñado. En la voz de Lorenzo e Isabel escuchamos a sus comunidades, su cultura y su realidad recorriendo espacios internacionales.
El camino de GAWI recién está empezando. La película está terminada y ahora empezará su recorrido por festivales, foros, espacios culturales, otras comunidades y quién sabe a qué otros sitios pueda llegar. Lo más valioso es que siempre llevará consigo la conversación y el debate que las comunidades rarámuri estén dispuestas a dar en ese momento.
Las nuevas tecnologías también deben ser una opción para las comunidades indígenas. También tienen el derecho de contar con esa posibilidad y de tomar ese camino si lo desean. Sus voces siempre han estado y sin embargo pocas veces son escuchadas. Hay que buscar nuevos medios, otras alternativas; hay que seguir insistiendo.