Desigualdad tecnológica digital

Un artículo de HORIZONTES COLECTIVOS

Resulta por demás interesante tratar de responder esta pregunta - ¿SE PODRÍA UTILIZAR LA TECNOLOGÍA EN BENEFICIO DE LOS SISTEMAS DE VIDA? -, considerando lo compleja que es, no solo por las reflexiones a las que puede llevar, sino porque hablar de tecnología implica por lo regular, tomar una fotografía del momento exacto en que se hace, y se convierte en un testimonio de lo que estamos experimentando hoy, sin certeza de que sea vigente mañana y si tanto las comodidades como los temores que nos genera la tecnología, serán los mismos.

Es además curioso que la pregunta llegue en fechas cercanas al 29 de agosto de 2024, fecha en que según la ciencia ficción, las tecnologías toman conciencia y con ello el control de la humanidad. Es inevitable preguntarse ¿qué tan cerca estamos de eso?

Volviendo a la pregunta inicial, me parece que hablar de tecnología se ha convertido en sinónimo de hablar de consumo, si bien hay elementos tecnológicos en mucho de lo que encontramos en la vida cotidiana, y pareciera que se ha democratizado, el acceso a la tecnología más avanzada sigue siendo reservado para algunos grupos sociales privilegiados y con ello se aleja de ser un bien común: los smartphones más nuevos, los electrodomésticos más eficientes, los autos eléctricos, las computadoras más veloces, las maquinarias más capaces, todos estos artefactos que aparecen como la panacea que nos facilitará la vida y nos ahorrarán tiempo que podremos dedicar a lo que nos parezca en verdad importante, se han convertido en un símbolo más de la separación entre las personas, entre quienes pueden tenerlos y quienes no.

De este modo, la vida desde la perspectiva social sin duda camina hacia una fragmentación, en la que las redes sociales son usadas para hacer propaganda de ideas reales o falsas por igual y promueven discursos de odio escudados en la libertad de expresión y el anonimato. Tenemos en la bolsa, apps que reciben de nuestro tiempo y atención más que las personas que tenemos a un lado, y que aunque parezcan un entretenimiento, son lucrativos negocios de extracción de datos y publicidad de infinidad de productos y servicios, hechos cada vez más a la medida. 

Imagen creada por DALL-E 3, para (en sus propias palabras, “ilustrar cómo la tecnología puede ayudar a la sostenibilidad de la vida humana”)

Mención aparte  merece la inteligencia artificial, que nos ofrece un atajo a tareas que pueden requerir concentración y pensamiento crítico, como realizar un ensayo o preparar una presentación de manera creativa. Por supuesto, es una herramienta útil, pero ¿cuál será la consecuencia de dejar de realizar algunas tareas? ¿realmente podrá sustituir el trabajo creativo así como se pensaba que las máquinas reemplazarían a los obreros? ¿cómo transformará los procesos de enseñanza y aprendizaje en las universidades, cuando ya hay quien considera que un video en internet puede sustituir la experiencia de una clase presencial?  Ya lo sabremos.

Y más allá de lo social, me parece necesario pensar en la relación de la tecnología con el ambiente, la cual es sin duda devastadora. Como  señala Jennifer Gabrys, es fundamental pensar en la materialidad de lo inmaterial, es decir, ¿dónde está asentada la nube, la inteligencia artificial y todo aquello que pareciera ser un espectro omnipresente? Toda esta tecnología moderna sería imposible sin los recursos naturales de algunas de las regiones más empobrecidas del planeta y del trabajo de sus habitantes.

Pensar la tecnología como algo cuyas implicaciones valen cualquier daño al ambiente (social o natural) y como un resultado “natural” del “progreso humano” nos lleva a olvidar que es un medio para satisfacer necesidades y con ello, mejorar la vida.